Fue un partido marcado por la dureza y la agresividad con la que se emplearon los «tulipanes» durante el partido y también por un mal arbitraje del colegiado inglés Howard Webb. Andrés Iniesta, en el minuto 116 (a cuatro del final), quien marcó el gol que proclamaba a España, por primera vez en su historia, campeona de un Mundial. Su rival en la final fue la selección neerlandesa.