En la bella península itálica, la frase «squena dritta» la utilizan los padres de familia cuando se dirigen a sus párvulos, en quienes descubren una incipiente tendencia a la vagancia, es decir, la palabra se aplica a menores de edad que oscilan entre los catorce y diecisiete años. El «un» final, es onomatopéyico, redondea la palabra de modo sonoro, le da categoría de adjetivo definitivo, y el modo grave «squena dritta» se convierte en esta antítesis, en un jovial «squenun», que expresando la misma haraganería la endulza de jovialidad particular. En el puro idioma del Dante, cuando se dice «squena dritta» se expresa lo siguiente: Espalda derecha o recta, es decir, qué a la persona a quien se hace el homenaje de esta poética frase se le dice que tiene la espalda derecha; más ampliamente, que sus espaldas no están agobiadas por trabajo alguno sino que se mantienen tiesas debido a una laudable y persistente voluntad de no hacer nada; más sintéticamente, la expresión «squena dritta» se aplica a todos los individuos holgazanes, tranquilamente holgazanes. San Pedro de Bío-Bío y en las inmediaciones del paraje y fundo de Lagunillas.
Lonquimay y cordillera de Pemehue hasta caer en el Bío-Bío á poca distancia más arriba de la villa de Santa Bárbara, y que prosigue el curso de este río hasta su indicada confluencia con el Laja. Villa Alegre del mismo departamento. Lontué (Estación de).–En el departamento de su nombre y una del ferrocarril central. En nuestro país, en nuestra ciudad mejor dicho, la palabra «squenun» se aplica a los poltrones mayores de edad, pero sin tendencia a ser compadritos, es decir, tiene su exacta aplicación cuando se refiere a un filósofo de azotea, a uno de esos perdularios grandotes, estoicos, que arrastran las alpargatas para ir al almacén a comprar un atado de cigarrillos, , y vuelven luego a su casa para subir a la azotea donde se quedarán tomando baños de sol hasta la hora de almorzar, indiferentes a los rezongos del «viejo», un viejo que siempre está podando la viña casera y que gasta sombrero negro, grasiento como el eje de un carro. Ustedes recordarán haber visto, y sobre todo cuando eran muchachos, a esos robustos ganapanes de quince años, dos metros de altura, cara colorada como una manzana reineta, pantalones que dejaban descubierta una media tricolor, y medio zonzos y brutos.
¿A que no se imaginan ustedes lo que quiere decir «hacer el rosto»? Tan auténtico que más tarde prosperó este otro término que vale un Perú, y es el siguiente: «Hacer el rosto». Eso, lo que no pueden vender o utilizar momentáneamente, se llama el «rosto», es decir, la salsa, que equivale a manifestar: lo mejor para después, para cuando haya pasado el peligro. Cruzó la tierra nativa, es decir, la Boca, y fue desparramándose con los repartos por todos los barrios. Y no quedarán, porque esta palabra es auténticamente genovesa, es decir, una expresión corriente en el dialecto de la ciudad que tanto detestó el señor Dante Alighieri. La «fiaca» en el dialecto genovés expresa esto: «Desgano físico originado por la falta de alimentación momentánea». Sobre ella habia un crucifijo, algunos libros, un candelero con vela y un florero que á falta de flores encerraba una porcion de plumas de pavo-real.
Luego, el trabajo de ir a buscar costuras; las mañanas y las tardes inclinadas sobre la Neumann o la Singer, haciendo pasar todos los días metros y más metros de tela y terminando a las cuatro de la tarde, para cambiarse, ponerse el vestido de percal, preparar el paquete y salir; salir cargadas y volver lo mismo, con otro bulto que hay que «pasarlo a la máquina». En la provincia llevan una vida de batalla con los médicos, pues entrambos se arrebatan los escasos en¬fermos; y aquí, en la ciudad, se aburren, en las puertas de sus covachue¬las, contemplando la balanza de precisión y un alambique que pasó por las manos de cuatro generaciones de farmacéuticos, sin que ninguno lo usara. Aclaración. No debe confundirse este término con el de «tirarse a muerto», pues tirarse a muerto supone premeditación de no hacer algo, mientras que la «fiaca» excluye toda premeditación, elemento constituyente de la alevosía según los juristas.