Para no interrumpir sus meditaciones mantenían el rastrillo completamente inmóvil, de modo que no cabía duda alguna de que esa gente ilustraba sus magníficos espíritus con el letrero escrito en el idioma del latoso Virgilio. En definitiva, no sé si porque era lunes, o porque la gente ha encon¬trado otros lugares de distracción, el caso es que el Jardín Botánico ofre¬ce un aspecto de desolación que espanta. Bella y divinal Camila; es preciso que Vd. me oiga. Calcule usted que en Alemania se publican anualmente más o menos 10.000 libros, que abarcan todos los géneros de la especulación literaria; en París ocurre lo mismo; en Londres, ídem; en Nueva York, igual. No importa. Usted los realiza. Yo creo haber aclarado el misterio. Naturalmente, a la gente le da grima esta vagancia semiorganizada; pero para los que conocen el misterio de las actitudes humanas, esto no asombra. Si te digo que es como una niña. ¿Para qué sirve esa cultura, si en el año 1930, después de una guerra catastrófica como la de 1914, se discute un problema que debía causar espanto? El portero -los porteros están bien saciados-, los subjardineros ya han adquirido ese aspecto de satisfacción íntima que producen las canonjías municipa¬les, y hasta los gatos que viven en las alturas de los pinos impresionan favorablemente por su inesperado grosor y lustroso pelaje.
Confina al N. con la provincia de Talca desde los Andes por el río Maule hasta la entrada en él del riachuelo de Tavón Tinaja; al S., con la de Ñuble por el río Perquilauquén ó límite norte del departamento de San Carlos; al O., con la de Maule por la sección del norte de dicho Perquilauquén hasta donde se le junta el de Purapel y por una línea que sube por éste y que sigue al N. desde las fuentes del riachuelo de Tavón Tinaja por el curso de éste hasta morir en el Maule; y al E., por la línea anticlinal de los Andes. De aquí prosigue al O., engrosándose con los riachuelos de Quilañanco y Curihuillin, y con varios arroyos que continúa recibiendo de las alturas selvosas, cercanas á una y otra de sus bandas, y va á descargar en el Pacífico bajo los 37º 36′ Lat. y 73° 41′ Lon. Pero, pasó una hora y yo me aburrí.
Una elevada y antiquísima cuja de jacarandá con incrustados y perillas de bronce y envuelta en una colgadura de coco de color de ante, ocupaba su lado izquierdo.-En esta cuja estaba acostada una amarillenta viejecita que al parecer dormia. Yo recuerdo haberme extasiado numerosas veces con esos folletos de truhanerías farmacéuticas que comienzan con el sacramental «antes después». ¿El que «se tira a muerto» es un hombre que después de tantas cavi¬laciones llegó a la conclusión de que no vale la pena trabajar? Y como esta intención está apoyada por el rotundo y fatídico anun¬cio de «me tiro a muerto», nadie protesta. Me tiro a muerto. No. No se «tira a muerto» el que quiere, sino el que puede, lo cual es muy distinto. Y el éxtasis que tal lectura parecía producirles, debía ser infinito, ya que los dos individuos, completamente quietos como otros tantos Budas a la sombra del árbol de la sabiduría, no movían el rastrillo ni por broma.
