De cualquier manera; el sentimiento de los celos es digno de estudio, no por los disgustos que provoca, sino por lo que revela en cuanto a psicología individual. Nó, Arturo. Esta vez por mi desgracia, no son infundados los atroces celos que me roen el alma, esta vez no son meras desconfianzas, los tormentos que hacen de mi ecsistencia un continuo martirio. Hay buenos muchachitos, con metejones de primera agua, que le amargan la vida a sus respectivas novias promoviendo tempestades de celos, que son realmente tormentas en vasos de agua, con lluvias de lágrimas y truenos de recriminaciones. Los pequeños enamorados, como los pequeños financistas, tienen en su capital de amor una sensibilidad tan prodigiosa, que hay mujeres que se desesperan de encontrarse frente a un hombre a quien quieren, pero que les atormenta la vida con sus estupideces infundadas. La novedad del sentimiento amoroso conturba, casi asusta, y trastorna la vida de un individuo poco acostumbrado a tales descargas y cargas de emoción. Se guarda prudentemente sus sentimientos; y ese acto de voluntad repetido continuamente en las relaciones con el ser que ama, termina por colocarle en un plano superior al de ella, hasta que al llegar a determinado punto de control interior, el individuo «llega a saber que puede prescindir de esa mujer el día que ella no proceda con él como es debido».
Un campesino que va a ser juzgado por Dios. Esto me tienta a decirle: «Dios le dé cien años más, señora; pero yo no soy el que usted supone». Existe para escarnio de tu trompita que dentro de algunos años tendrá más arrugas que guan¬te de vieja o traje de cesante. Quién fuera cesante! Hace diez años que lo dejaron en la «vía». Y los líos que suscitaba mi apellido, cuando yo era un párvulo angelical, se producen ahora que tengo barbas y «veintiocho septiembres», como dice la que sabe quién soy yo «a través de su Arlt». Cierto es que preferiría llamarme Pierpont Morgan o Henry Ford o Edison o cualquier otro «eso», de esos; pero en la material imposibilidad de transformarme a mi gusto, opto por acostumbrarme a mi apellido y cavilar, a veces, quién fue el primer Arlt de una aldea de Germanía o de Prusia, y me digo: ¡
El maestro, examinándome, de mal talante, al llegar en la lista a mi nombre, decía: -Oiga usted, ¿cómo se pronuncia «eso»? Limache.–Ciudad, capital del departamento de su nombre, con 6,442 habitantes. Abraza una superficie de 2,043 kilómetros cuadrados, generalmente llana en sus secciones del centro y del lado oeste, y algo quebrada y selvosa desde el cerro de Traruñé al E. y en las faldas de los Andes; en esta parte contiene la hermosa laguna y baños termales de Mondaca. Dista 25 kilómetros hacia el NE. Lonquén.–Fundo que existe en el departamento de la Victoria á pocos kilómetros al SO. Licauquén.–Riachuelo de corto curso sobre el límite austral del departamento de Lebu con el de Cañete. ¬bia y trascendental compensación, si en una oficina hay dos sujetos que todo lo abandonan en manos del destino, en esa misma oficina hay siem¬pre cuatro que trabajan por ocho, de modo que nada se pierde ni nada se gana.
Y si son inteligentes, aun cuando sean celosas, se cuidan muy bien de descubrir tal sentimiento, porque saben que la exposición de semejante debilidad las entrega atadas de pies y manos al fulano que les sorbió el seso. Se imagina que la suma de felicidad que ella suscita en él, puede proporcionársela a otro hombre; y entonces Fulano se toma la cabeza, espantado al pensar que toda «su» felicidad, está depositada en esa mujer, igual que en un banco. Y un hombre inteligente, jamás le demuestra celos a una mujer, ni cuando es celoso. Lo más grave en la demostración de los celos es que el individuo, involuntariamente, se pone a merced de la mujer. Los celos constituyen un sentimiento inferior, bajuno. Como ven ustedes, le había gustado el apellido y su musicalidad. Y a consecuencia de la musicalidad y poesía de mi apellido, me echaban de los grados con una frecuencia alarmante. No trabajar, aburrirse, adquirir vicios estúpidos, mirar las fachadas de las casas, ir a una sección al biógrafo, y eso es todo.
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